David estaba terminando su té cuando Beck entró al comedor. “¿Cómo fue la cita de anoche?” Preguntó, sabiendo ya la respuesta, gracias a Paul. “Todo salió bien” mintió David. “¿Vas a volver a verla?” bromeó Beck, sabiendo la respuesta a esto también. “¡No!” respondió David mientras giraba la taza de té sobre la mesa. “No era mi tipo”, dijo sin hacer contacto visual. Beck conocía todos los detalles de lo que había pasado gracias a Paul, que no podía guardar un secreto si su vida dependiera de ello. “Nadie es tu tipo. No te llaman corazón frío sin razón alguna”, bromeó Beck. David la miró sin reaccionar. “Ya sabes cómo es”, dijo. “Una vez que descubren el trabajo que hacemos, pierden el interés. Es demasiado raro para las personas” David mantuvo su mirada fijamente mientras Beck miraba hacia otro lado. David no quiso herirla, pero siempre terminaba así cuando ella intentaba burlarse de sus relaciones inexistentes. Beck se levantó y fue hacia la máquina de café, después miró su café y salió al garaje a fumar.
David y Beck condujeron en silencio durante 35 minutos y llegaron alrededor de las doce de la noche a una casa en el suburbio adinerado en las colinas al sur de la ciudad. La vista desde aquí arriba era espectacular. Las luces de la ciudad de abajo y el resplandor del mar más allá hicieron que David deseara poder despertarse con estas vistas todos los días. Llegaron a las verjas privadas con largos y altos muros a cada lado, que discurrían a lo largo de la propiedad. Un policía les hizo señas y abrió la verja para que entraran. El camino de entrada pavimentado serpenteaba alrededor de grandes y cuidados jardines para desvelar una impresionante mansión. Un BMW y un Mercedes negros estaban aparcados en la entrada. A David siempre le gustó venir a las casas de esta zona. Siempre le sorprendían con su belleza. Cuando llegas a una escena de un crimen, nunca sabes dónde va a estar el cadáver, suele haber algo de tensión hasta que realmente te enteras de lo que pasó allí. David y Beck salieron del coche y un olor familiar a descomposición llenó sus fosas nasales. Es entonces cuando se dieron cuenta de que iba a ser una noche muy larga. El policía se paró en el borde del camino de entrada y señaló en dirección a la piscina. David bajó por los escalones de piedra hasta la piscina y notó que la ventana de la cocina estaba abierta. Había de 6 a 8 policías parados delante de la puerta del patio. David sabía que es una mala señal cuando la policía espera fuera, esto siempre significa malas noticias. David asintió con la cabeza al entrar y pasó a la cocina.
En el suelo, con las gafas de aumento puestas, estaba la médica forense Li. Estaba escribiendo sus investigaciones en un cuaderno de notas. La doctora Li siempre estaba feliz, sonriendo y divirtiéndose con su trabajo. Era la más inteligente de todos los médicos forenses, pensó David, pero siempre le tocaban los peores casos. David se quedó ahí parado viéndola escribir durante unos minutos, esperando a que se diera cuenta de que habían llegado. Li no se dio cuenta, por lo que David dijo “Doctora Li”. Li los miró y dijo: “De acuerdo, venid conmigo”. Los llevó a través de la casa, desde la cocina hasta el pasillo principal. Pasaron por el estudio, la biblioteca y sala tras sala. Todo era de oro, vidrio y ornamentos. David no podía imaginarse cuánto costaban algunas de estas cosas, o dónde las había comprado el dueño. Se sentía como si estuviera en un palacio real. El olor se hizo más fuerte mientras caminaban. En el salón en el que se encontraban se abría una amplia área con una escalera principal doble que conducía a las plantas superiores. Entre las escaleras colgaba un candelabro, del que colgaba en una cuerda una bola negra deformada del tamaño de una persona. David y Beck se detuvieron a mirarla.
Una sustancia gelatinosa goteaba desde la bola negra hasta el suelo. En el suelo, la espesa gelatina marrón estaba por todas partes con gusanos y moscas arrastrándose en ella. Era una escena sacada de una pesadilla. Cada centímetro del suelo se movía en una masa de gelatina. David miró hacia abajo y se dio cuenta de que estaba de pie justo dentro de la sustancia. Cuando se movió, se resbaló y se agarró al hombro de Beck. Beck le echó un vistazo serio y se alejó siguiendo a la doctora hasta las escaleras. David le siguió, mirando por donde pisaba, asegurándose de no hacer ningún movimiento repentino y de no caer en la suciedad. Subieron las escaleras hasta el rellano, donde estaban al mismo nivel que la cosa. David miró fijamente la fea masa que tenía delante. El olor era tan fuerte que sus ojos empezaron a picar. La bola negra había sido un hombre, la cara había quedado tan negra que era imposible ver qué parte de ella estaba mirando. “Varón de 45 años, en fase avanzada de descomposición”, dijo la doctora. “Ahorcado por el cuello. Suicidio”, continuó. “Buena suerte” se rió y bajó las escaleras para salir de la casa.
Los dos estaban allí parados mirando “¿qué vamos a hacer ahora?” dijo David. Beck tragó y dijo “vale vamos, tenemos que coger unas sábanas porque si lo tocamos va a explotar”. David la miró con incredulidad. Después, miró hacia atrás y pudo ver que la piel de la pierna de la masa estaba tan tensa que, si la tocaban, era probable que explotara. Coge una sábana de uno de los dormitorios, dijo Beck, y comenzó a inclinarse sobre la barandilla para mirar hacia abajo y ver cómo podrían bajar el cuerpo. David bajó las escaleras con sus piernas largas de dos en dos y entró al primer dormitorio de la derecha. Encendió la luz, se acercó a la cama y quitó las sábanas. Al salir del dormitorio se dio cuenta de que había una pequeña escalera apoyada en la pared detrás de la puerta. Registró este extraño detalle y salió de la habitación. “¿Quien guarda una escalera en su dormitorio?”, pensó mientras subía de vuelta al rellano con la sábana.
Beck comenzó a colocar la sábana sobre la gelatina en el suelo debajo del cuerpo. David cogió el otro lado y la colocaron justo debajo de la masa que goteaba a 50 cm del suelo. Una gota de gelatina asquerosa cayó en la mano de David e instantáneamente se dio cuenta de que no llevaba los guantes puestos. Su cara se quedó pálida y en shock, mientras retrocedía y medio resbalaba. Rápidamente recuperó la compostura, corrió hacia la cocina y salió hacia el coche para coger un par de guantes. Beck estaba de nuevo en el rellano cuando David regresó a la escena con dos pares de guantes puestos. “Tenemos que cortar la cuerda”, dijo Beck. “Podemos cortarla desde aquí arriba o desde abajo con una escalera”. David recordó que había visto una en el dormitorio. “La cortaré desde aquí arriba” dijo Beck mientras sacaba su navaja. Los policías habían entrado en la habitación para ver el espectáculo. David estaba de pie justo en el centro de las sábanas, en el charco de gelatina, con un sudario para cadáveres abierto y listo. La masa hinchada estaba a diez centímetros de su cara. “Agarra el cuerpo cuando caiga” gritó Beck mientras empezaba a cortar la cuerda. David pensó “es físicamente imposible atrapar esta bolsa de carne y hueso sin que explote”. La idea de que una masa de 100 kg cayese sobre él mientras se resbalaba entre los gusanos le provocó asco y pánico. David se preparó y tomó una posición para soportar el peso extra. “Esto no puede salir bien”, pensó mientras el sudor comenzaba a bajar por su frente. “Para” gritó David. “Pueden irse todos por favor”, le dijo a los policías. “Sólo necesito que uno de ustedes sujete la cuerda en la parte superior con Beck” todos se miraron entre ellos hasta que uno de ellos se adelantó y subió corriendo las escaleras. El policía enrolló la cuerda alrededor de su brazo y se inclinó hacia atrás para soportar el peso. El resto de los policías se quedaron a mirar.
David miró a Beck, que también estaba sudando bajo la presión de tantas personas observándolos. David gritó “Vamos” y Beck empezó a cortar la cuerda con la afilada navaja. Directamente la cuerda se astilló y cedió. El policía que sujetaba la cuerda casi no pudo soportar el peso. Para no caer al vacío tuvo que apoyarse con el pie en el borde de la barandilla. David agarró la mano del cuerpo de alguna manera, pero la piel se desprendió como la cáscara de una cebolla. Mientras David sujetaba el cuerpo, el policía soltó algo de cuerda y volvió a agarrarla con fuerza. Ambos bajaron el cuerpo hasta el sudario para cadáveres y David guió la masa a su lugar mientras cambiaba de posición para para sujetar mejor el cuerpo. Beck agradeció al policía su ayuda y sonrió tímidamente. David metió el cuerpo en el sudario. Beck le dio las gracias de nuevo al policía al pie de las escaleras y fue a ayudar a David. El policía salió de la casa. “¿Quién es tu nuevo novio?” se burló David en voz baja. Beck se sonrojó “es guapo”, dijo. Cerraron el sudario y empezaron a levantarlo pero al instante se dieron cuenta de que había líquido saliendo del sudario, el cuerpo había reventado e iba a ensuciar todo el coche. Era imposible levantarlo, así que arrastraron la bolsa a través de la gelatina como un trineo a través de la nieve. En la puerta lo metieron en otro sudario y cerraron este también. Una vez que consiguieron subir el sudario a la camilla, introdujeron el cuerpo en el coche. Se sentaron en el coche durante unos minutos y se miraron el uno al otro “esto ha sido duro”, dijo David. “¿Sabes que me recordó a un jamón en la carnicería, con la grasa goteando?” respondió Beck. “Se dice que el jamón está sudando”. “Para” dijo David “¡Me estás dando hambre!” mientras encendía el motor. “Deberías llamar al policía, hacéis buena pareja”, bromeó mientras aceleraba.
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