Perfectas

De pie en una tierra extranjera, desconocida. Aquí no hay olor a muerte, sólo aire caliente, seco y salado que quema las fosas nasales. “¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado aquí? Hacía demasiada calor mientras caminaba en la inmensidad del extenso desierto que se extendía ante él en todas direcciones. “ni un solo alma” se dijo a sí mismo una y otra vez mientras sus labios secos y agrietados comenzaban a ampollarse causándole dolor. A lo lejos podía distinguir un espejismo. Una persona, o algo parecido, parecía caminar hacia él. No podía reconocer quién era. “Hola” dijo en voz alta y comenzó a correr hacia el espejismo. Mientras corría y corría se cansaba y sus piernas cedieron. Cayó al suelo. Su cabeza golpeó con fuerza la arena del desierto que se había llevado su alma. Su implacable soledad se lo estaba comiendo vivo. Mientras yacía allí, sin poder moverse, sintió alivio. Una sensación de relajación cayó sobre él mientras sonreía.

Una sombra le sobrevoló, pero no pudo moverse para ver qué era. La voz de una mujer le dijo: “No perteneces a este lugar, David. Debes despertar, tienes trabajo que hacer….” “David. Hora de levantarse, David. ¡Tenemos una recogida, David!” Le gritó la voz a través de la video llamada “¡Son las 6 de la mañana!” David se despertó con un susto en el corazón. Su cuerpo bañado en sudor se movió lentamente desde el sofá donde se había quedado dormido hasta el teléfono. “Sí, Beck, estoy despierto”, le dijo. “¡Bien! Prepárate, voy a buscarte” y la pantalla se apagó.

15 minutos más tarde, el coche fúnebre negro de la empresa se detuvo fuera del edificio de aspecto normal donde David esperaba con su traje negro. Se subió en el lado del pasajero y el coche se alejó hacia el norte. “Buenos días Beck” dijo David sarcásticamente. Beck, mirando la carretera, respondió “¿qué tienen de buenos?” Beck siempre estaba de mal humor a esta hora de la mañana. La ciudad estaba vacía, exceptuando a los trabajadores del turno de noche que iban a casa. Mientras se dirigían hacia el tanatorio de la ciudad en silencio, David comenzó a pensar en la mujer de su sueño. “¿Qué trabajo quería decir?”

Rápidamente llegaron al garaje del conocido edificio de piedra gris. Dentro, la gran puerta del ascensor se abrió y el ayudante, vestido con un mono blanco, empujó la camilla con el sudario para cadáveres. “Aquí la tenéis” dijo el ayudante, “Mujer de 68 años, muerte natural”. “Tenemos pocas muertes naturales estos días”, dijo David. “Eso nos mantiene empleados, da igual de qué forma mueran”, dijo Beck mientras se llevaba la camilla del ayudante y la empujaba hacia el coche. “Oye Stone, vamos a entrenar juntos algún día”, dijo el ayudante con voz alta. “Sí, algún día lo haremos”, contestó David mientras cerraba de golpe la puerta trasera del coche. “Adiós”, le dijo al ayudante que estaba de pie junto al ascensor esperando a que salieran. David subió al coche, donde Beck ya había arrancado el motor. “Ese tipo está desesperado por tener amigos si quiere quedar contigo”, dijo. “Oye, qué puedo decir, soy un buen tipo”, bromeó David, mirándola con una sonrisa sarcástica. El potente motor resonó a toda velocidad y salieron a la luz de la mañana en dirección a la Oficina.

Paul estaba sentado con los pies sobre la mesa del comedor, viendo a la modelo medio desnuda de la página tres de la revista. El jefe entró y buscó algo de comer en la nevera. Paul se giró en su silla y dijo: “Mira las tetas que tiene”, dando la vuelta a la revista para enseñarla. El jefe levantó las cejas y acercó la mirada “muy guapa, se parece a tu hermana”. “¿Cómo lo vas a saber tú?”, Paul devolvió el ataque. “Prepárate” dijo el jefe, “Beck y David están de regreso. Llama a la hija y organiza la ropa” y lanzó el expediente sobre la mesa a los pies de Paul. Diez minutos más tarde se abrió la puerta del garaje y el coche negro entró rodando para aparcar junto a la gran furgoneta que se utilizaba para casos más grandes. David abrió la puerta trasera y sacó la camilla. Beck salió del coche y se dirigió al comedor para tomar un café. Paul salió de la oficina donde había estado al teléfono hablando con la hija de la difunta. “La hija estará aquí en 30 minutos con la ropa, vamos a prepararla”. David asintió con la cabeza y dijo “¿Qué demonios has desayunado? ¡Hueles a mierda! ¿Te has lavado los dientes esta mañana?”. “Tu madre no se quejó cuando la dejé esta mañana” respondió Paul. Llevaron la camilla hacia arriba por la rampa desde el garaje hasta la gran sala de preparación. Levantaron el

sudario con el cuerpo de la camilla y lo deslizaron sobre la mesa de preparación. David abrió la cremallera y se desveló el cuerpo gris desnudo. “¡Mierda!” dijo Paul “¡son tetas perfectas!” Beck entró con su café en la mano y escuchó el comentario. Paul continuó diciendo: “Tienen el tamaño y la forma perfecta, todas las mujeres tendrían que tener las tetas como éstas”. “¿Qué coño, Paul?”, dijo Beck, “¿no tienes respeto por los muertos?” “y tiene 70 años por el amor de Dios” añadió David. “Sí, pero míralas”, continuó Paul. “Cállate y lávala” ordenó Beck y le tiró un par de guantes. David se fue a por una taza de té y a revisar el papeleo. “Beck. Tienes que admitir que son bonitas, ¿no crees?” Paul insistía, “creo” dijo Beck “que deberías callarte la boca y seguir adelante”. David regresó con su café y un croissant en la boca mientras leía el expediente del cadáver. Fue al ordenador e ingresó los datos en el sistema para poder pedir el certificado de defunción. Cuando introdujo el número de pasaporte, no encontró nada. Confundido, lo intentó de nuevo, poniendo el nombre de la difunta. Nada. “Algo pasa con el sistema” David llamó a Beck y a Paul. En ese momento sonó el timbre de la recepción y Paul se apresuró a terminar de lavar el cuerpo. Beck miró a Paul y dijo “no más comentarios sobre las tetas de su madre” y salió de la sala para reunirse con la hija en la recepción.

Paul miró a David “¿Alguna vez te has tirado a una chica con tetas tan bonitas?” David lo ignoró mientras intentaba que el sistema reconociera la información que estaba escribiendo en él. Beck regresó de la recepción con las manos llenas de ropa. “Traigo la ropa” y la puso sobre la mesa de preparación junto al cuerpo. ¿Cuál es el problema? le preguntó Beck a David. “No puedo encontrarla en el sistema, parece que no está”. “¿Cómo es eso posible?”. En ese momento, una sensación de frío cayó sobre él. ¿Hemos traído el cuerpo equivocado? ¿El ayudante del tanatorio nos ha dado los papeles equivocados? Y la hija está esperando en la recepción, lo cual es un desastre. “Tiene que haber un error” dijo Beck. “Mierda, hemos recogido el cuerpo equivocado. “¿Qué le vamos a decir a la hija?” Paul se rió y dijo “la cagaste a lo grande”. Beck quitó a David del camino y volvió a intentar meter el número de pasaporte en el sistema. “Lo he intentado todo”, dijo. A Beck le apareció la misma pantalla en blanco y se levantó mirando fijamente a David. “¿Qué demonios vamos a hacer?” Preguntó. “El jefe nos matará”. David dijo: “Vamos a vestirla y a ponerla en el ataúd de todos modos. Si es el cuerpo equivocado, nos daremos cuenta pronto” Vistieron el cadáver y lo metieron en el ataúd de caoba oscura con interior de seda blanca.

David y Paul empujaron el ataúd por el pasillo y a través de la puerta lateral hacia el salón comunal con alfombras de color rojo intenso. Las sillas para la familia y los amigos de la difunta estaban colocadas al frente de la habitación, justo delante del ataúd. La tapa estaba abierta para que la hija pudiera despedirse de lo que ojalá fuera su madre. Beck dejó a Paul y David de pie junto al ataúd y fue a la recepción a buscar a la hija. David miró a Paul y dijo: “¿Alguna vez te ha pasado esto antes?” Paul dijo con una sonrisa: “Nadie la ha cagado tanto de esta forma desde que trabajo aquí”. Beck regresó con la hija siguiéndola. La tristeza en su rostro hizo sudar a David en anticipación a los gritos que iba a haber en cuanto viese a una persona desconocida en el lugar de su madre. Beck miró a David con pánico mientras se dirigía hacia él y hacia el ataúd. Frunció el ceño y se movió hacia un lado para que la hija pudiera ver a su madre por primera vez, esperando la histeria que estaba a punto de ocurrir y que les iba a hacer perder su trabajo.

La hija se acercó al ataúd y miró dentro. Un suave grito ahogado salió de ella y Beck cerró los ojos en anticipación. “Oh, se ve tan tranquila” dijo la hija. Beck abrió los ojos y miró a David en estado de shock. Una sonrisa de alivio se formó en su cara y el color volvió a sus mejillas. La hija se acercó y le acarició la cara a su madre. Entonces dijo “Habéis hecho que parezca que está durmiendo” Beck sonrió y dijo “Hemos hecho lo mejor que podemos, pero no hemos podido conseguir el certificado de defunción con su nombre”. “Oh”, dijo la hija, “Lo siento”. “Este es mi Padre”. “Tuvo un cambio de sexo cuando yo era joven” David miró a Paul y luchó por suprimir su sonrisa. La cara de Paul se iluminó de un color rojo brillante mientras se fue hacia la puerta en silencio.

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